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Cuenta la
historia que cuando el gran pianista Ignacy Jan Paderewski fue el primer
ministro de Polonia, comenzó la Primera Guerra Mundial y su país, en el que más
de 1.5 millones de personas morían de hambre, fue devastado. Por eso, él
decidió buscar ayuda en la administración de alimentos y alivio de los Estados
Unidos, donde su jefe Herbert Hoover aceptó ayudar y decidió enviar toneladas
de cereales para alimentar a los polacos. En consecuencia, Paderewski decidió
ir a conocer a Hoover para agradecerle personalmente. Cuando el primer ministro
le agradeció a Hoover su noble gesto, este lo interrumpió diciendo: “No debería
darme las gracias, señor primer ministro. Puede que no lo recuerde, pero hace
varios años usted ayudo a 2 jóvenes a ir a la universidad. Yo era uno de
ellos”.
Traigo a
colación esta historia para ilustrar que un pequeño acto de bondad nos puede
marcar como un gran ser humano. Sin embargo, tristemente encontramos que en la
realidad colombiana se ha perdido la sensibilidad humana, la vocación de
servicio, la bondad y ayuda hacia los demás, especialmente, a quienes más lo
necesitan.
Es
indignante encontrar en muchos de nuestros pueblos la inclemencia que padecen
familias cuando el dolor les abriga por la muerte de un ser querido, por su
escasez económica no pueden costear sus gastos fúnebres, y las administraciones
indolentes no contribuyen con alguna ayuda que garantice a los familiares
brindar una última morada digna a su ser querido, pero desastradamente
suscriben contratos con el objeto de suministrar cofres fúnebres a personas de
escasos recursos sin que ello refleje su verdadero objetivo.
Entristece
conocer cómo algunas empresas prestadoras de salud niegan la atención al
ciudadano con el pretexto de no encontrarse afiliado a ningún régimen
(contributivo o subsidiado), poniendo en riesgo su integridad y vida, a
sabiendas de que han celebrado contrato con los entes territoriales para
garantizar la prestación de servicios de salud a la población pobre no
asegurada. Lo anterior, desconociendo sustancialmente la ley estatutaria de
salud, en la que los pacientes no podrán ser tratados como clientes, más si
como seres humanos en busca de sus derechos.
No obstante,
la insensibilidad humana y social ha desbordado los límites, por eso es
común encontrar en nuestras familias cómo desechamos calzado, vestido o comida
que no vamos a utilizar, sin tener en cuenta que existen muchas familias que
carecen de estos elementos vitales para su subsistencia.
Además, es
común como padres tratar de brindar en este mes de diciembre grandes regalos a
nuestros hijos, desbordándonos en lujos y gastos para garantizarles una navidad
feliz, pero olvidándonos que existen muchos padres que carecen de los recursos
mínimos para brindarle un regalo a sus hijos, los cuales con un solo gesto de
bondad podríamos regalarle una alegría y satisfacción en este mes especial.
Es necesario
retomar nuestra bondad, recuperar la sensibilidad social, buen corazón y
generosidad. También, que pongamos en práctica las sagradas escrituras que en
Deuteronomio 15:11 manifiestan que: “Nunca
dejará de haber necesitados en la tierra, y por eso yo te mando que seas
generoso con aquellos compatriotas tuyos que sufran pobreza y miseria en tu
país”.
Solo así podremos contribuir con un mejor país, con equidad y justicia
social. De lo contrario seguiremos sumidos en la construcción de una sociedad
enferma, indolente que aporta y contribuye a la degradación social, pobreza e
injusticia.
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