En el litoral caribe, donde la
cotidianidad se hace leyenda, cuenta la historia que existía un recinto donde
funcionaba el Honorable Concejo Municipal, era un bien desmejorado que no solo
había perdido su estructura física, sino también su importancia política en la
población.
Un Burgomaestre decidió “dignificar”
el recinto y las instalaciones donde los Honorables cabildantes tomaban las
decisiones y acciones para el mejoramiento de las condiciones de vida de toda
la comunidad, por ello celebró un contrato para su remodelación, la cual a
decir verdad, le brindó un nuevo aspecto a las Instalaciones del Concejo y un
aire de modernidad.
Para esa época cuando se dio por
terminado el contrato y se entregó la obra, la comunidad cansada de los abusos
de poder, malos manejos y cinismo de sus gobernantes, especialmente del
Director de la ESE municipal se encontraba en paro, exigiendo un mejor y digno
servicio de salud.
Pero, como de costumbre, ni las
autoridades ni el director quisieron concertar con la comunidad y poner en
marcha un acuerdo para mejorar la atención en el centro hospitalario, lo que
agudizó la crisis, teniendo que intervenir el Esmad, ocasionando un exceso de
fuerza y maltrato a los pacíficos habitantes de San Miguel. Debido a estos
hechos, la comunidad se
sublevó como nunca antes lo había hecho, ocasionando una asonada que
conllevaron al daño de oficinas públicas, entre ellas las
Instalaciones del Honorable Concejo, el cual sufrió la destrucción de su única
puerta de acceso.
Como era de esperarse después del caos
y los desórdenes llegó la calma a San Miguel, las autoridades, el director y la
comunidad lograron firmar un acuerdo para salvaguardar la ESE y garantizar un
mejor funcionamiento y atención a la comunidad, pero los rezagos de los disturbios
quedaron y la puerta del Honorable concejo seguía destruida, exponiendo sus
instalaciones a la inseguridad.
Pasan y pasan los meses, la mayoría de
oficinas públicas son reparadas, pero la puerta del Concejo sigue sin doliente,
gozando de la falta de pertenencia de los concejales, del burgomaestre y de la
comunidad y dejando a la deriva el recinto sagrado de la democracia de San
Miguel, donde los honorables concejales debaten las decisiones más importantes
para la comunidad.
Un día me cuentan que un parroquiano,
como de costumbre sale a pasear a su hijo por las calles de San Miguel, con la
sorpresa que al transitar por el recinto del Concejo, el niño con su inocencia
lo increpa, “Papi, ¿cuándo será que le van a poner
la puerta al concejo?”, el padre perplejo por la ocurrencia de
su hijo y pensando que era una pilatuna más, le sale al paso diciéndole: ¡Hijo
lo que pasa es que este Concejo es de Puertas Abiertas, por eso
se encuentra así!.
Pero transcurridos los días, y
encontrando el parroquiano en cierta noche una muchachada departiendo y
acostados en los escritorios de los honorables concejales, se recrimino
decepcionado; “qué Concejo de Puertas Abiertas ni qué Carajo”, esto es la
inoperancia, desidia y falta de pertenencia de concejales, gobernante y
comunidad ante
esta situación, no es posible que mi hijo de apenas 4 años lamente y le
preocupe más el estado del concejo que a nosotros que somos los llamados a
construir un San Miguel mejor para las nuevas generaciones.
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