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De acuerdo a
investigaciones adelantadas por la Northeastern University de Boston el hombre
es un animal de costumbre, que actúa de manera reiterativa y muchas veces
sus acciones las realiza sin pensar, de manera repetitiva, de forma automática.
Colombia es
un país que ha padecido por muchos años la violencia, hemos convivido a diario
con el horror, el dolor y la muerte que ha dejado la cruel e inhumana guerra
que se ha desarrollado con las guerrillas y los carteles de la droga.
Nos hemos
familiarizados y hecho habitual las noticias de atentados, masacres, muertes de
civiles, militares y terroristas, que en últimas son colombianos que engrosan
la larga lista de muertos por la guerra sin sentido que padecemos. Con tantos
muertos, destrucción, desolación y dolor, hemos perdido la capacidad de
asombro, ha mermado nuestra sensibilidad social y hemos convertido la guerra y
sus devastadoras consecuencias en lo más cotidiano de nuestro diario vivir.
Es por ello
que al momento de tomar la decisión para la implementación de un acuerdo de paz
rotundamente dijimos NO, nos convertimos en simpatizantes y aplaudimos el
discurso guerrista de determinado partido político, quienes en su más reciente
convención reconocen y afirman que son un partido de derecha y que su principal
desafío o prioridad es acabar con el “maldito proceso de paz”.
Los
colombianos venimos demostrando con nuestras decisiones y posición frente al
proceso de paz, que al enfrentarnos a un panorama distinto al de la guerra, a
una nueva forma de vida, requerimos de un esfuerzo extra para asimilarlo, nos
encerramos en nuestra “zona de confort” la cual no nos permite ampliar nuestro
campo de visión y entendimiento, por el contrario nos enclaustramos en un mundo
muy pequeño que no nos permite disfrutar y analizar del inmenso camino de
posibilidades, bondades y alternativas que nos puede brindar la paz, por el
contrario buscamos pretextos y argumentos para seguir sumidos en un país en
guerra, seguir permitiendo que la muerte de nuestros compatriotas sea el futuro
de este país.
Esta guerra
absurda y la posibilidad de frenarla ha dividido al país, los máximos líderes
quienes deberían aunar su esfuerzo para construir una mejor nación, donde el
bienestar y el mejoramiento de las condiciones de vida sea la prioridad, nos
han polarizado, han puesto en práctica una frase del emperador Julio Cesar
“Divide y Reinas” donde nos indisponen a los unos contra los otros, para
cercenar nuestra capacidad de raciocinio y seguir gobernándonos a su antojo.
Es conocido
que nuestro entorno condiciona nuestra actuaciones, es por eso, que los más de
50 años de guerra posiblemente ha permitido que seamos permisivo con este
terror, nos acostumbráramos a convivir con ella, pero también es cierto que
como seres humanos debemos aprender de nuestros errores para no repetirlos, por
eso que debemos acabar con la guerra, acabar con los estigmas de la paz y
propender por construir un mejor país para las nuevas generaciones.
Cada colombiano es libre de decidir qué camino tomar y que vida quiere
vivir, pero particularmente soy un convencido que el camino es la paz, que
nuestros hijos y nietos merecen una oportunidad, porque como dice Juan 16:33 “Yo les he dicho estas cosas para que
en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he
vencido al mundo”, por ello reafirmo “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios”. Mateo 5:9
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