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Con la Ley 130 de 1994 se introdujo
a la vida jurídica y electoral del país la conformación de grupos
significativos de ciudadanos para garantizar su participación en los certámenes
electorales, mediante la recolección de firmas, esta iniciativa buscaba ampliar
el espectro y permitir mayores posibilidades para los ciudadanos de ejercer su
derecho a ser elegido, sin que los partidos o gamonales políticos lo coartaran
negándole un aval.
Pero el desprestigio de los partidos
políticos, desorganización, clientelismo, y escándalos de corrupción han
ocasionado una desbandada de sus líderes, quienes con el firme propósito de
fortalecer su imagen manteniéndola desligada de cualquier partido, han decidido
en un hecho sin precedentes que más de 8 candidatos a la presidencia hayan
iniciado la recolección de firmas para inscribir su candidatura.
Por eso personalidades que han
fundado partidos o que han militado y marcado historia en una colectividad decidieron
como estrategia política y marketing recoger firmas que le permitan mostrarse y
vender su candidatura para ganar adeptos y consolidar sus pretensiones a llegar
a la primera magistratura del país.
Esta habilidad política puede que a
muchos ha cautivado, pero no deja de ser preocupante y de mal gusto para la
inmensa mayoría que vemos como los líderes, los llamados a regir los destinos
de este país, acomodan sus aspiraciones políticas sin desdén queriendo
manipular la opinión pública con una candidatura nueva, sin ataduras políticas,
pretendiendo ser la carta de salvación a todos los problemas del país.
En otrora he criticado al Uribismo
desde esta columna, pero hoy debo felicitarlos y reconocerles su gallardía y
firmeza en sus postulados e ideología, puesto que se avizora que será una de
las pocas fuerzas políticas que presentará candidato con el aval de su partido,
es de admirar la decisión y que sirva de ejemplo para los diferentes partidos
como muestra de unidad, organización y liderazgo.
Colombia no necesita que los
políticos renueven cada elección sus candidaturas, jueguen al camaleón
cambiando de color político e ideales para garantizar sostenerse, perpetuarse o
ascender al poder, el país requiere un cambio en las costumbres políticas, la
adopción de valores y principios éticos en la política que logre extinguir la
inequidad, pobreza y sobre todo la corrupción que ha sido la gran causante de
la degradación política en que vivimos.
Por
eso es necesario prever las consecuencias jurídicas administrativas y de
impacto social que acarrea el jolgorio desproporcional en recolección de firmas
con doble interés político por parte de sus gestantes y no contribuir a la
imprecisión e improvisación de la mafia política que consume nuestro país.
De
lo contrario seremos títeres útiles y cómplices electorales de los desfalcos
cometidos al estado, de las defraudaciones y coimas recibidas en la rama
judicial, del tráfico de influencia y nepotismo que reina en la clase política,
de la falta de inversión y obras que garanticen el bienestar y mejoramiento de
las condiciones de vida de todos los colombianos y como si fuera poco de reformas electorales donde se readecue a mejor
conveniencia el sistema de postulación electoral.
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