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Celebrado el reciente acuerdo de paz se
ha vislumbrado un nuevo despertar: disminución de acciones violentas, masacres,
atentados terroristas y desplazamiento. Todo esto minimizando el sufrimiento y
el dolor en muchas familias colombianas y dejando un espacio visible para el
grave problema que por décadas ha azotado a esta nación: la corrupción.
Colombia ha sufrido el multimillonario
desfalco que la justicia ha dado a conocer. Algunos ejemplos se pueden ver en
la construcción de la central hidroeléctrica El Guavio, el pago de manera
irregular de millonarias pensiones en Foncolpuerto, la entrega irregular de narcobienes
en la Dirección Nacional de Estupefacientes, la estafa a los inversionistas de
Interbolsa y Premium, el carrusel de la contratación de Bogotá, Agroingreso
Seguro, los millonarios recobros de la EPS Saludcoop, el escándalo de
Fidupetrol, los sobornos de Odebrecht y el reciente escándalo del cartel de la
toga.
Todo esto demuestra que la corrupción ha
permeado todas las esferas de la sociedad y se ha convertido en la principal
responsable de la inequidad, pobreza y falta de inversión, impidiendo el
bienestar y mejoramiento de las condiciones de vida de nuestra gente.
Por eso es necesario adelantar una
cruzada para extinguir la corrupción de nuestro diario vivir. Hace falta que
cada uno de los colombianos aportemos nuestro grano de arena en contra de este
flagelo que tanto daño nos ha hecho, desangrando el erario, atentando contra la
educación, la salud, la infraestructura o saneamiento básico, pero sobre todo
con los sueños y esperanzas de millones de colombianos de construir un mejor
país que le garantice un mejor futuro para su familia.
Para ello se requiere el concurso de
todos, que el constituyente primario asuma su compromiso de que el país necesita
dignatarios que rijan los destinos de esta nación con entereza social y
compromiso, todo en pro del bienestar general, fundamentándose siempre en
el respeto y lucidez en el manejo de lo público.
Es vital que los servidores públicos se
revistan de transparencia, eficiencia y equidad en el cumplimiento de sus
funciones con el principio de servirle al país y enaltecer con orgullo el deber
cumplido.
De igual manera que exista una efectiva
y objetiva justicia, que propenda por una convivencia armoniosa y que
asegure un orden social justo y equitativo. Igualmente, que implementemos la
política como el arte de servir, siendo conscientes que cada decisión de
nuestra vida personal, profesional o laboral es una acción político-social que
puede repercutir, afectar o mejorar el modus vivendi de una
comunidad.
Colombia necesita del concurso de todos
para salir adelante de esta difícil situación de corrupción que la agobia,
necesita de la voluntad y decisión de todos sus habitantes para enderezar su
rumbo, de encausar su camino hacia un verdadero Estado social de derecho, donde
prime el orden constitucional, el respeto y credibilidad por las instituciones
y la satisfacción de las necesidades de sus habitantes.
Por eso es necesario
que implementemos principios, ética y valores que orienten un comportamiento
integro en todos los ámbitos de nuestra vida, permitiendo el renacimiento de
una nueva sociedad, una correcta política de justicia, servidores públicos
coherentes, respetuosos, confiables y justos. De lo contrario, estaremos
condenando a nuestra patria a la debacle.
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