Foto/https://drperezmora.com/la-doble-moral-sexual/ |
Es normal
indignarnos cuando se destapa un gran escándalo de corrupción, condenamos con
dureza este acto abominable donde personas inescrupulosas se apropian de recursos
públicos coartándonos las posibilidades de mejorar nuestras condiciones de vida
y garantizar nuestro bienestar, pero transcurrido el tiempo nos olvidamos de lo
ocurrido, justificamos y consentimos lo sucedido depositando nuestro voto y
eligiendo a quienes ejercieron estas prácticas nefastas.
Rechazamos el
actuar violento de los grupos armados al margen de la ley; nos da dolor de
patria evidenciar como en un acto cobarde e inhumano masacran y dan muerte a
nuestros soldados y policías, sin embargo en muchas poblaciones encontramos
comunidades exigiendo distanciar las bases de la fuerza pública del centro
poblado, permitiendo que se conviertan en presa fácil de estos grupos
criminales o peor aún justificamos decisiones que vayan en contravía de unos
acuerdos que nos han devuelto la esperanza de construir un país en paz.
Criticamos y
levantamos nuestra voz de protesta por la grave crisis que vive Venezuela, pero
nos hacemos los de los oídos sordos y vista ciega ante la creciente muerte de
niños por desnutrición, el pésimo sistema de salud, la mala calidad educativa,
deficiencia habitacional, vulneración de nuestras libertades e imposición de
políticas de autoritarismos que nos igualan al vecino hermano país.
Censuramos a los
políticos corruptos, los cuales utilizan conductas que van en contravía de los
preceptos legales para mantenerse en el poder o alcanzar el mismo, a pesar de
ello, en el momento histórico de cambiar estas viejas costumbres políticas, no
ejercemos nuestro derecho al voto de manera libre, independiente y a
conciencia, porque dejamos que compren nuestra voluntad, contribuyendo y
consintiendo que la clase corrupta siga administrando los destinos de nuestras
comunidades y se aproveche de nuestras necesidades.
Reprobamos la
crisis en la justicia y los casos de corrupción de magistrados, jueces,
fiscales y litigantes, lo que ha permitido que la sociedad pierda la
confiabilidad y credibilidad en su aparato judicial, no obstante estamos
consumidos en el opio que nos adormece, ciegos y mansos antes las iniciativas
de propender por una verdadera reforma a la justicia que permita acabar con la
congestión judicial, extinga su
politización, impunidad, brinde celeridad de los procesos y la búsqueda de un
instrumento que garantice el acceso a la misma por mérito y conocimiento
proporcionando una administración de justicia fortalecida, transparente y
eficiente.
Es hora de hacer un pare en el camino, detenernos a meditar y analizar
que país queremos construir para nuestros hijos, si seguir llevándolo a la cultura
del toda vale, que nos ha degenerado como sociedad y conllevado ahondar en una
grave crisis política, social y económica o cambiar y renacer de las cenizas
para erguir una nación equitativa y justa, donde sus habitantes en su conjunto
reconozcan de manera unánime los valores éticos y morales que permitan un
actuar transparente y honesto en cada proceder de nuestras vidas.
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