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A
pesar de haber nacido en Tamalameque, cuna de Tamboras, de venir de un hogar
donde mi padre es referente, investigador y defensor acérrimo del baile cantao
de la Tambora, desde muy niño me incline por la música encantadora del Gran
Diomedes Dìaz, mi juventud transcurrió entre las bellas canciones del cacique,
lo que me llevo apasionarme por la música de Francisco el Hombre.
Pero
ese encanto, pasión y deleite por el vallenato tuvo un punto de inflexión,
cuando mi hijo mayor, siendo un bebe, me exige y pide un CD de Tambora, el cual
disfruta y se deleita escuchando el dum dum de las tamboras, llega a mí el
remordimiento, la auto recriminación por mi despego y desamor por nuestra
música y cultura vernácula.
Desde
ese momento comienzo a interesarme por nuestra Tambora, empiezo a valorar el
trabajo de rescate, preservación y difusión realizado por mi padre, a través de
la realización del Festival Nacional de Tamboras, sus libros y conferencia
sobre nuestra expresión cultural, al punto de presentar una demanda de inconstitucionalidad en contra del literal c
del artículo tercero de la Ley 739 de 2002, llamada Ley Consuelo, la cual logró que la cátedra vallenato
no fuera de obligatorio cumplimiento en los colegios
públicos y privados del departamento del Cesar, a nivel de la Básica Primaria.
Pero trascurrido el tiempo una nota
acentuada, mágica y hermosa de un acordeón fue cautivando mi atención,
despertando nuevamente mi interés y pasión por el Vallenato, fue un joven
morrocoyero, de padres Tamalamequeros, llamado José Cadena Robles, quien con su
talento logra devolver mi gusto por la música de la tierra del cacique Upar.
Cada vez que escucho su acordeón me
transporto, sueño con una parranda con los grandes juglares, con las canciones
de Escalona y Leandro, con la voz inconfundible del Cacique, Oñate o Poncho,
los versos de Andrés Beleño o José Félix, con Consuelo, García Márquez y López,
tengo vivencias como si conociera las extrañas de este folclor, como si fuera
parte de mí y corriera por mi sangre.
Hoy sin recriminaciones y contradicciones
emocionales entre el Vallenato y la Tambora, creo necesario hacer un llamado
para que como cesarences nos sintamos orgullosos de nuestra pluriculturalidad,
que apoyemos las diferentes manifestaciones culturales de los diferentes
municipios, las consolidemos, permitamos su preservación y difusión sin tener
que imponer ningún género.
La cultura debe unirnos como pueblo, no
polarizarnos, que lindo sería que volvamos a escuchar canciones como la Perra
interpretada por el gran Alejo Duran, Mi Caballito por Carlos Vives y otras
tantas canciones cuyo origen tienen la Tambora, pero el Vallenato las
Internacionalizó, porque no hacer fusiones entre nuestra Tambora con el
vallenato para engrandecer nuestro folclor, como se hace con el reguetón y
demás géneros foráneos.
La Tambora y el Vallenato pueden interactuar
juntos, pueden crecer de la mano, respetándose y valorando su esencia, por eso
en vez de tratar de imponer un género específico en un departamento con tan
variada identidad cultural, debemos es propiciar espacios y medios que permitan
fortalecer, preservar y difundir las diversas culturas de nuestro hermoso
Cesar.
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