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Analizando la
polarización y discordia reinante en el país, siempre tuve la esperanza y el
anhelo de que este fenómeno fuera producto de los intereses creados en la
reciente contienda política. Sin embargo, transcurridos los eventos
democráticos realizados este año, con tristeza y desilusión me encuentro con
que la desavenencia se apoderó de nuestra sociedad, de nuestro entorno y diario
vivir.
La discordia y la pugna
traspasó los límites de la política y se enquistó en toda nuestra vida
nacional. Por ello es común que, si a nuestra amada Selección Colombia las
cosas se le complican y le salen mal, como ocurrió en el primer partido del
mundial, la insultemos, vayamos lanza en ristre contra jugadores y cuerpo
técnico sin valorar lo hecho, las grandes alegrías y triunfos que nos han
brindado.
En nuestro diario vivir
muchos estamos pendientes de que a nuestro vecino, amigo o compañero las cosas
se le compliquen y se encuentre en dificultades en su ámbito familiar, laboral
o económico, para encontrar una tranquilidad que no es producto de nuestros
logros, trabajo o esfuerzo.
En muchas ocasiones los
controles políticos o veedurías ciudadanas realizadas no están bajo la
finalidad de garantizar la transparencia en el manejo de los recursos públicos,
el cumplimiento de los deberes y misiones de las diferentes entidades,
corporaciones o administraciones o por velar los intereses de nuestra
comunidad, sino por el contrario con el ánimo y propósito de torpedear una
gestión.
Todo está discordancia
y forcejeo nos ha conllevado a sumir el país en decisiones inauditas, que
parecieran sacadas del mundo mágico del Macondo de Gabo, porque no puede
existir otra explicación para un país que ha sufrido el dolor, crueldad y
barbarie de más de 50 años de guerra y violencia, mediante un plebiscito le
pregunten si están de acuerdo con terminar este salvajismo y un pueblo que ha
sufrido de desplazamiento y muertes decida negar esta posibilidad, pues muy a
pesar de la democracia de nuestro país, es prevalente el derecho a la vida en
condiciones dignas.
De la misma manera ya
se enfilan baterías para que el pueblo rechace una consulta popular que busca
acabar con la corrupción que ha carcomido todos los estamentos de la sociedad y
no ha permitido el mejoramiento de las condiciones de vida y bienestar de los
colombianos, a los cuales nos han robado los dineros de la salud, educación e
inversión social, sumiéndonos en la inequidad y la pobreza.
Nuestra Constitución
establece que somos un Estado social de derecho, pero paradójicamente el máximo
órgano, el encargado de velar y preservarla les niega la posibilidad a nuestros
pensionados de reducir sus aportes al sistema de salud, confinándolos a la
vulneración de los derechos de la tercera de edad, a una vida digna y un mínimo
vital (pensión) que les garantice su subsistencia. Por otra parte, la
vulneración tangible a nuestros niños que de manera absurda comete el Estado
social de derecho per se quebranta
la posibilidad de brindar una educación integra en condiciones dignas que le
permita a nuestros infantes enriquecer su diario vivir.
Es hora de que
hagamos un alto en el camino, arreglemos nuestras diferencias, acabemos con la
polarización y los odios, espantemos los miedos y podamos unirnos como país, no
solo por un partido de nuestra Selección sino razonablemente como hermanos para
tomar las mejores decisiones que conlleven a Colombia a la búsqueda del
progreso, desarrollo, equidad y prosperidad para todos.
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