Con ocasión
del Mundial de Rusia nuestra selección Colombia se convirtió en el opio del
pueblo, donde olvidamos nuestras diferencias, la polarización política, las
necesidades y problemas para unirnos en torno del equipo nacional para
apoyarlos, brindarles fuerza, enviarles los mejores deseos e incentivarlos
alcanzar este logro deportivo significativo, como es convertirnos en campeones
mundiales.
Aunque ante
Inglaterra nuestros jugadores dejaron el alma, lucharon con pundonor y amor por
su camiseta, quedamos eliminados desde la lotería de los puntos penales. Desde
ese momento la frustración y tristeza se apoderó de más de 50 millones de
compatriotas, que comenzamos a despertarnos del estado de somnolencia que nos
produjo el fútbol y la actuación de estos valientes para posar los pies sobre
la tierra y volver a nuestra realidad.
Ante la
deficiente y polémica actuación del árbitro Mark Geiger en el compromiso de
Colombia, revivimos nuestro lado más oscuro y violento, creamos memes donde
evocábamos uno de los criminales más crueles de nuestra historia para
manifestar nuestro inconformismo contra el juez, contribuyendo con ello a que
sigan mancillando nuestra nacionalidad y dignidad en el exterior, al vincular
al colombiano con las drogas, violencia y Pablo Escobar Gaviria.
Retornamos a
la polarización, a los odios y disputas, donde muchos de nuestros compatriotas
insultan, maltratan o no le perdonan a don José su planteamiento táctico, a
Mateus Uribe y Carlos Bacca haber desperdiciado sus definiciones desde el punto
penal, sin reconocer que esto es un juego donde se gana, se empata y se pierde,
y que las tandas de penales se convierten en una lotería donde se pueden
equivocar como humanos.
Volvimos a una
dura, desafortunada y cruel realidad al conocer la perpetuación de una masacre
en Argelia (Cauca), donde vilmente perdieron la vida 7 campesinos de esta
comunidad, avivando el miedo, evocando los tiempos más violentos, tristes y
dolorosos del terrorismo y el crimen organizado en el país.
Reaparecieron
las intimidaciones, amenazas y desplazamiento forzoso a personas por su
ideología política, como el caso de la docente Deyanira Ballestas quien por
medio de llamada telefónica le ordena salir del municipio de San pablo Bolívar,
si no quiere que atenten contra su vida.
Persisten los
asesinatos a líderes sociales, quienes vienen siendo silenciados, sin que el
gobierno nacional haga uso de los recursos estatales para garantizarles su
integridad física y vida. El más reciente fue el líder comunal Luis barrios en
el municipio de el Palmar de Varela (Atlántico), quien fue asesinado en su
lugar de habitación, mientras departía viendo el partido de la selección
Colombia con Inglaterra.
A pesar de
que salimos del letargo al que el fútbol nos había sumido, no
reaccionamos, seguimos en la batalla de agresiones por nuestra ideología
política, sin importarnos el futuro de los acuerdos, la implementación de la
JEP, combatir la corrupción, proteger la vida de nuestros líderes sociales,
defensores de derechos humanos, implementación de políticas públicas que nos
garanticen una buena educación, salud, un país sin inequidad social y con
oportunidades, que nos permita soñar con una gran nación, en paz, unida en
constante desarrollo y progreso.
Muy pronto nos sumergiremos nuevamente en la
modorra que no nos permite divisar la construcción de un mejor país, solo que
en esta ocasión no será por el fútbol, sino por la participación de nuestros
ciclistas en el Tour de Francia, mientras nuestro país se desmorona a pedazos.
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