Vivimos
momentos trascendentales para el futuro de nuestros departamentos y municipios.
La efervescencia política se encuentra en todo su apogeo. Por eso hoy quiero
reflexionar sobre el particular, pero desde la óptica personal, del mandatario
actual quien ejerce y se le termina su gobierno.
Hace cuatro
años los mandatarios con el ánimo de servirle a su pueblo postularon sus
nombres para regir los destinos de sus territorios. A lo largo de este
cuatrienio con aciertos y desaciertos han adelantado una gestión que ha
contribuido con el progreso y desarrollo de su patria chica, mejorando las
condiciones de vida de su gente.
A lo largo
de su mandato han padecido los avatares de la figura pública: han sido
reconocidos, exaltados, criticados y fustigados por su gestión, la cual para
algunos es buena, pero para otros es mala, de acuerdo a la percepción e
intereses con que se le mire. Muchos han constituido una corte de adulones que
aprueban y festejan todas sus actuaciones y decisiones, aunque en
contraposición también cuenten con férreos opositores que las rechazan y
reprochan, sin hacer un análisis detallado e imparcial.
Ad portas de la
fiesta democrática, donde se elige su reemplazo, los gobernantes comienzan a
presentar comportamientos que demuestran su voluntad de aferrarse al poder,
pretendiendo utilizar todo su potestad y mandato poniendo a su disposición todo
el aparato estatal para favorecer al candidato de sus afectos. Otros por el
contrario, aunque muy pocos, prefieren mantenerse al margen y ser neutrales,
dejando que sea el pueblo en su libre albedrío quien en su infinita sabiduría
elija su futuro líder, el encargado de regir su destino.
En estas
épocas se incrementan los miedos y temores de los mandatarios, toda vez que se
arremeten las denuncias y ataques de sus contradictores. La gente toma partido
y se aleja del mandatario, tomando relevancia e importancia los candidatos, lo
que conlleva al gobernante a padecer la soledad del poder, pero así mismo nace
un círculo que aprovecha esta condición para endiosarlo, acrecentando su ego,
buscando con ello que enceguecido por las adulaciones decida cual patrón
imponer a toda costa un determinado candidato.
Todo esto
expone al mandatario a consecuencias jurídicas, familiares y personales, puesto
que obsesionado por su ego y creyéndose el todopoderoso transgrede los límites,
no mide las consecuencias de su actuar, perdiendo su sentido común,
convirtiéndose en un inquisidor, quien se cree con las facultades de decidir
quién lo reemplaza.
Apreciados
gobernantes, su oportunidad histórica de servirle al pueblo y de realizar una
excelente gestión está culminando, para bien o para mal. El pueblo y la
historia serán quienes aprueben o desaprueben su gestión. Finaliza el periodo
tranquilo, salga por la puerta grande, sin permitir que los deseos, ansias de
poder de un séquito de personas interesadas en seguir gozando las mieles del
poder lo utilicen y terminen complicando tu vida.
Mandatarios, recuerden que fueron 4 años donde redujeron el tiempo y
disfrute con la familia por apersonarse de los problemas de su pueblo. Llegó la
hora de retribuirles ese espacio, de brindarles la importancia y relevancia que
tienen, no permitan que se coarte o trunque esta posibilidad por complacer los
apetitos políticos de unos particulares.
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