Hace más de
dos meses llegué por Quetame, Cundinamarca. Un gran amigo insistentemente me
había invitado para que conociera el llano. Quería que disfrutara de un fin de
semana en Villavicencio. Con miles de evasivas siempre me había salido por la
tangente e incumplía la cita hasta este fin de semana.
Emprendí el
viaje. Fui de Quetame a puente, después hacía el peaje y de ahí me tocó coger
un diablo, que llaman moto, que sale por toda la zona, recorre montañas y
trochas, y de tarde me llevó a Guayabetal. Después me tocó abordar otro carro
hasta Pipiral, para después tomar el transporte que de noche me llevó a
Villavicencio. Una travesía única, que demuestra la difícil situación que deben
padecer los habitantes de los pueblos del llano para llegar hasta Bogotá: la
soledad ha ocasionado estragos en la economía de la región, obligando a los
lugareños a cerrar sus negocios por falta de visitantes.
Durante mi
travesía, estuve a punto de desfallecer y regresar, pero había adquirido un compromiso
con mi amigo y a pesar de las penurias decidí continuar con el periplo y llegar
hasta Villavicencio, donde aprecié la belleza del llano y encontré una ciudad
con grandes oportunidades, además de acogedora y hermosa. La belleza del llano
y la amabilidad de su gente ipso
facto hicieron que olvidara todas las peripecias que me tocó
sortear para llegar a esta pujante ciudad, llena de paisajes maravillosos,
lugares únicos y gente trabajadora.
Por otro
lado, es inconcebible la desidia del gobierno nacional con la problemática de
la carretera: es inadmisible que un país condene a una región a una especie
de apartheid por
la incompetencia de una clase dirigente que a sabiendas de las dificultades
geográficas y geológicas no previó ni planificó lo suficiente para atender de
buena forma el trazado y construcción de la vía.
El llano
merece mejor atención, requiere y exige que se le dé solución real y efectiva a
su problemática. También, que valoremos a su gente y brindemos a esta región la
importancia que tiene como despensa agrícola y agropecuaria de Colombia. El
país está desperdiciando una inmensa belleza turística por la negligencia de
unos pocos, quienes sin importarles el daño que le ocasionaron a una población,
se apropiaron de los recursos públicos. Así condenaron a muchos a la
segregación y los incomunicaron del resto de la patria.
Termino mi
descanso y vuelvo a la dura realidad: tengo que asumir el tormentoso viaje de
regreso, el cual causó en mí un gran interrogante: si para llegar al llano y
descubrir su belleza debemos afrontar todas estas penurias, ¿qué se debe
padecer para llegar al Chocó, la Orinoquia u otra zona apartada de Colombia?
Gastamos grandes cantidad de dinero en mensajes publicitarios invitando
conocer el país y viajar por él, pero si los gobiernos no cumplen con sus
funciones y el mandato del pueblo que los elige para que mejore las condiciones
de vida de su gente, es difícil disfrutar y aprovechar toda la riqueza y
belleza natural con la que contamos.
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