El coronavirus
es una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el
refriado común hasta enfermedades más graves, pero desde el 31 de diciembre de
2019 el mundo se encuentra en vilo y preocupación constante por la aparición en
la ciudad China de Wuhan de un nuevo coronavirus denominado por la OMS como
COVID-19, el cual tiene en alerta al mundo entero.
La ciudad
China de Wuhan, donde se detectó la aparición del nuevo virus, como medida de
prevención y precaución ha sido aislada para evitar una propagación mayor, en
este aislamiento, 14 colombianos han sido afectados, los cuales padecen un
verdadero calvario y dramática situación por lo que han solicitado insistentemente
al gobierno nacional su apoyo y ayuda.
Pero
infortunadamente el gobierno ha sido indolente antes las precarias y difíciles
situaciones padecidas por nuestros compatriotas en tierras chinas, a los cuales
solo se le ha dado una ayuda que consta de proveerlos de 14 mascarillas para
evitar su contagio, pero ellos lo que exigen es una evacuación de esta ciudad
para evitar su contagio y no seguir padeciendo el suplicio del aislamiento.
No obstante,
el Gobierno nacional ha hecho caso omiso a su pedido, aduciendo que están
adelantando gestiones con naciones amigas para ver la posibilidad del traslado
de nuestros compatriotas vía terrestre o en el mejor de los casos aérea con la
complacencia y ayuda de naciones amigas.
Lo paradójico
de la vida es que mientras nuestros compatriotas padecen el tormento del
retraimiento que han debido soportar por la falta de medios para su evacuación,
el presidente interino de Venezuela se desplaza plácidamente por el continente
en un avión de la fuerza aérea de nuestro país.
Peor aún,
mientras nuestros conciudadanos se encuentran a la deriva, en cuarentena y sin
poder hacer nada en la ciudad que originó la alerta mundial por el nuevo virus,
a la espera que una nación amiga brinde su ayuda y colaboración para poder evacuarlos,
en su país toman el avión presidencial para transportar particulares a
disfrutar la fiesta de la hija del presidente a PANACA, o la primera Dama se
desplaza de Cartagena a Bogotá y viceversa en búsqueda de un vestido para
asistir a una cena de gala.
No podemos
seguir derrochando los recursos públicos en cosas inoficiosas y frívolas,
mientras nos hacemos los de la vista gorda ante las dificultades y penurias de
nuestros connacionales, es hora que el dinero de nuestros impuestos sea puesto
al servicio del pueblo colombiano, que llegue a los que verdaderamente lo
necesitan y no al servicio de unos pocos que solo piensan en el bien
particular, olvidándose del bien general.
Si queremos que el futuro sea de todos debemos
priorizar las necesidades y satisfacer insuficiencias de un pueblo que requiere
la atención e inversión del gobierno para que su calidad de vida y bienestar
mejore, de lo contrario estaremos condenando a nuestros ciudadanos al olvido,
pobreza y padecimiento.
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