La Costa Atlántica en general celebraron
los Carnavales este fin de semana y el Martes enterraron a
Joselito, estas fiestas que se celebran en honor al Rey Momo de los griegos, a Dionisio
o Baco de los romanos, donde la gente se sustrae de la difícil realidad
económica, social y administrativa que viven sus municipios y se dedican a disfrutar
las manifestaciones folclóricas, la burla, la locura, el desenfreno y la ingesta
de licor.
Muy a pesar que estas fiestas
culturales tienen una fecha determinada para su celebración, en Colombia parece
que vivimos un carnaval en nuestro diario vivir, por eso encontramos como las
grandes figuras de un partido político, optaron por fugarse a otros países,
para no ser juzgados por los supuestos delitos que cometieron en el ejercicio
de su función como servidores públicos.
Así mismo, nos damos cuenta como hizo
carrera en nuestra bella patria, la interceptación de llamadas a líderes de la
oposición, altos magistrados, figuras políticas y públicas que no coincidieran
con el pensamiento del gobierno nacional, como esos mismos prohombres
contrataban un hacker, para que interceptará el proceso de paz, se le pagará
con dineros personales de la cuenta del hijo de un candidato a la presidencia y
ahora que la Fiscalía General de la Nación, valientemente, inicia las
investigaciones pertinentes, estos personajes lo llaman persecución política.
En nuestro país ya es común que
nuestros reclusos sufran las penurias del hacinamiento en las cárceles
colombianas o el viacrucis que padecen nuestros compatriotas en cárceles de otros
países, sin que nadie abandere campaña para apaciguar su difícil situación,
pero sí es normal que un expresidente realice campaña y despliegue mediático
por la situación de un líder político detenido en nuestro vecino Venezuela.
De la misma manera miramos perplejo
las duras criticas de un senador por las posibles concesiones que el gobierno
nacional promete conceder a la insurgencia de las Farc en los diálogos de paz,
sin importar que en su momento este personaje, ofreció los mismos privilegios o
aun mayores a estos mismos personajes si adelantaban un proceso de paz con su
gobierno.
Tristemente palpamos como nuestra
sensibilidad social se va agotando, y damos más importancia y despliegue
periodístico a la obtención de una corona de miss universo o la lesión de una
de nuestras estrellas futbolísticas, que la masacre de unos niños ocurrida en
el Caquetá.
Colombia debe despertar y cambiar el rumbo de su historia, no podemos
permitir que algunos pocos nos lleven al desmadre donde no se permita que la
justicia castigue sus malas actuaciones, que impidan que nuestro país disfrute
de la paz que tanto anhelamos. No podemos seguir sin solucionar nuestros
problemas y necesidades internas por estar pendientes a las de países vecinos.
No podemos permitir que nuestros niños sigan sufriendo las aberraciones,
maltratos e injusticia de los mayores. Debemos detener esta comparsa macabra de
carnaval de la muerte en que nos han sumido, porque solo así podemos soñar en
un nuevo país que nos garantice el progreso y una vida en paz, de lo contrario
estaremos condenado asistir no al entierro de Joselito carnaval sino al funeral
del un hermoso país llamado Colombia.
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