El
23 de junio de 2016 será un día para recordar y enmarcar en la historia de
Colombia, puesto que después de más de cinco décadas de guerra, dolor y llanto,
por fin el sueño, anhelo y esperanza de todo una nación comienza a formarse una
realidad, porque el Gobierno Nacional y las guerrillas de la Farc firmaron el
acuerdo del fin del conflicto, lo que nos permite iniciar el proceso de
construcción de la paz.
Fueron
muchos los intentos, acuerdos y procesos que se pusieron en marcha para alcanzar
este objetivo, pero las posiciones radicales de las partes en disputa, nos
negaban la oportunidad de transformar al país en una generación de paz, por eso
en este trasegar vivimos varios fracasos, el recrudecimiento del conflicto y el
aumento de la pérdida de vidas humanas, desplazamiento y sufrimiento de
millares de familias colombianas.
En
sus inicios este proceso como era de esperarse recibió la desconfianza del
pueblo colombiano, cansados del engaño y el juego que se venía teniendo con su
esperanza y añoranza de paz, en su camino sufrió tropiezos por la falta de
compromiso de la guerrilla de abandonar sus acciones violentas y violación a
los derechos humanos, también recibió las duras críticas y oposición de unas
minorías, que ven la guerra como su principal carta para ganar adeptos, votos y
seguir vigente en la vida política del país.
Pero
a pesar de todas estas vicisitudes, dificultad, estancamiento y demoras, el
Proceso de Paz siempre tuvo un pilar, un hombre, un líder que de manera
inquebrantable y decidida creyó y confió en devolverle a su país la esperanza,
de cumplirle a sus conciudadanos su sueño y entregarle a las nuevas
generaciones una nación en paz, sin importar que con su decisión sus aliados
políticos le dieran la espalda, se convirtieran en sus más acérrimos
contradictores y lo declaran como traidor.
Un
gobernante que antepuso el futuro de su país, el bienestar y mejoramiento de
las condiciones de vida de su gente, por los más altos índices de
impopularidad, críticas y ataques, por persistir en la consecución de la paz
para su nación, porque muy a pesar de haberse convertido en el hombre con más
resultados, golpes y acciones contundentes en contra de las Farc, entendió que
la guerra no era la salida y que el dialogo era el mejor camino para lograr la
paz.
Por
eso hoy como colombiano, como padre de familia, tengo que reconocer el valioso
aporte y sacrificio del señor Presidente Juan Manuel Santos por la paz de los
colombianos, consciente y crítico de muchas de sus decisiones políticas en
muchas áreas, con gallardía debo también felicitarlo por situar la piedra
angular para brindarle a nuestros hijos un futuro mejor y un país en paz.
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