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A
diario vivimos vicisitudes, momentos de tristeza y dolor, pero siempre hemos
estado agradecidos con nuestro padre celestial por crearnos a su imagen y
semejanza, quien nos brindó el regalo sagrado de la vida, por ello debemos
valorarla, amarla y protegerla, no destruirla y mucho menos arrebatársela de manera injusta a otro ser
humano.
Como
seres vivos conocemos nuestro ciclo de vida, somos conscientes que nacemos,
desarrollamos y morimos, es nuestro ciclo natural y debemos estar acostumbrado
a ello, pero es difícil aceptar la extinción de nuestra existencia, nuestro fin
terrenal, por eso nuestro afán en la búsqueda del elixir de la vida, la
longevidad, lograr cambiar las leyes naturales y divinas.
Pero
por más avances científicos y tecnológicos que nos han ayudado a prevenir,
superar y curar muchas enfermedades, disminuir los avances del paso del tiempo
en nuestro cuerpo, tarde o temprano nos encontramos con nuestro ineludible destino
y partimos de este mundo, dejando una estela de tristeza y dolor entre nuestros
familiares y seres queridos.
Como
seres humanos somos sensibles y llenos de sentimientos, por lo que nos
desestabiliza el conocer la ocurrencia de una tragedia como la de nuestros
hermanos de Mocoa o Manizales, que nos trastorna y mueve las fibras, la muerte
trágica de una persona, la cual lamentamos y el fallecimiento de un ser
querido, que nos llena de desconsuelo y dolor.
La
vida es sagrada, por ello debemos apreciarla y tratar de preservarla, porque su
luz en cualquier momento se nos apaga, se desvanece, por ello me parece
inaudito como existen personas que la desprecian, juegan ser jueces y tener la
potestad divina de acabarla por fundamentalismo religioso, decisiones políticas
o demostraciones de poder.
En
la actualidad el mundo vive una encrucijada, zozobra y tensión gracias a las
intenciones bélicas del dictador de Norcorea Kim Jong-un, el presidente de
Rusia Vladimir Putin y Donald Trump presidente de Estados Unidos, los cuales de
forma insensata, absurda e irrazonable se desafían y amenazan con iniciar una
guerra nuclear sin precedente para demostrar su supremacía y poder.
Esta
situación ha llevado al lanzamiento de la “Madre de todas las bombas” en
Afganistán, lo que ocasiono el rechazo de Rusia, el despliegue de fuerza de
ataque estadounidense hacia la península Coreana, Norcorea contesta con
presunta prueba nuclear y promete respuesta “sin piedad” ante las amenazas, lo
que pone en riesgo la seguridad y paz mundial.
Si
estos líderes mundiales no tienen cordura, reconocen no ser los jueces supremos
del planeta y que la tierra no es su escenario de juegos, donde cada uno
intenta demostrar ser el más poderoso y arriesgado, mostrando sus juguetes
bélicos, estamos a las puertas de una guerra absurda, que llenará de sangre,
muerte y dolor al mundo, el cual estará sumido en la destrucción, desolación y
miseria.
Por
eso se hace necesario que los organismos internacionales, establecidos para
asegurar la estabilidad mundial actúen, que los gobernantes del mundo
intercedan para lograr el desarme del corazón de estos líderes, cesen las
provocaciones y entiendan que si se inicia una guerra no habrá ganadores, por
el contrario todos los habitantes del planeta seremos perdedores.
Pero si persisten en
su tozudez y pensamiento irracional solo me resta escribirles este versículo de
las sagradas escrituras: ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se
pierde la vida? (Marcos 8:36).
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