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Tras
firmar el tan anhelado “acuerdo de paz” con la guerrilla de las Farc, destapar
los múltiples casos de corrupción, las exorbitantes sumas de dinero que son
utilizadas para financiar las campañas políticas, la falta de controles de los
partidos políticos al otorgar avales y la precariedad del sistema electoral, el
gobierno nacional decidió nombrar una comisión especial para reformar el
sistema electoral, con la iniciativa de conformar “una democracia más amplia,
profunda, participativa y transparente”.
Los
honorables miembros de la comisión centraron sus propuestas en tres ejes
principales: “la arquitectura institucional, el financiamiento de la política y
el sistema electoral”, los cuales buscan la creación de una Corte
Electoral y Consejo Electoral, quienes se encargarían de la jurisdicción electoral
y asumirían las funciones técnicas, logísticas, administrativas, organización y
ejecución del proceso electoral, además de administrar el Registro Civil,
desplazando o dando muerte funcional a la Comisión 5 del Consejo de Estado y a
la Registradurìa Nacional del estado Civil quienes cumplen esta misión y
funciones.
Con
esta iniciativa se desconoce la eficiente labor desempeñada por la
Registradurìa Nacional del Estado por más de 68 años en el cumplimiento de su
misión, la cual, ha realizado con transparencia, imparcialidad y eficacia,
garantizando un desempeño idóneo y oportuno, que le ha permitido posesionarse
como una de las entidades más confiables y con alto grado de credibilidad y
conocimiento ante la opinión pública y como una de las mejores entidades electorales
a nivel mundial.
Pero
infortunadamente hoy visionamos un panorama discrepante, un sometimiento
culpable ajeno a las actuaciones de esta entidad, exonerando de culpa a los
verdaderos responsables de los males que atacan y carcomen la democracia, la
clase política, que con sus malas prácticas y artimañas han hecho sucumbir el
sistema electoral colombiano, solo con el pretexto desaforado de reestructurar
el sistema y llegar hasta acabar esta prestigiosa institución.
Delitos
como la trashumancia, corrupción, fraude o constreñimiento al sufragante o la
violación de topes electorales que son perpetrados por la clase política, no
por los funcionarios de la Registradurìa, son los que han puesto en riesgo la
transparencia de las elecciones y han violentado el derecho al voto de los
ciudadanos, poniendo en peligro la democracia, por ello se debería actualizar,
fortalecer las normas lectorales, endurecer el régimen de inhabilidades y
robustecer la organización y el régimen interno de los partidos que permitan
oxigenar y garantizar un ejercicio democrático transparente.
La
Registradurìa Nacional del Estado Civil necesita reformas, cambios para
afianzar y mejorar aún más su excelente desempeño, requiere de una
modernización, implementación de nuevas tecnologías, mayor inversión, mejora
salarial y capacitación de sus funcionarios, que permitan cumplir con su misión
y compromiso institucional de garantizar la transparencia, eficiencia,
neutralidad y objetividad en la organización de los procesos electorales, como
también la entrega de resultados electorales confiables, oportunos y efectivos
como se viene realizando a pesar de las dificultades que deben sortear sus
funcionarios a diario.
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