Venezuela padece una grave crisis
política, administrativa, financiera y social, que ha ocasionado una profunda
división y polarización entre chavistas y oposición, iniciando con ello una
confrontación, sumiendo a la nación en una hecatombe, conllevando a sus
connacionales a un éxodo, dejando atrás sus bienes, arraigo y familias por
tratar de buscar bienestar y mejores condiciones de vida.
Infortunadamente esta emigración ha
causado traumatismo en los diferentes países que se han visto afectados. En
consecuencia, los recién llegados han tenido que sufrir en carne propia la
estigmatización, persecución y xenofobia de una parte de los pobladores de las
comunidades donde pernoctan, sumado esto al calvario y padecimiento que deben
afrontar en la travesía y su estancia en condiciones inhumanas.
todo esta problemática y el caos que se
vive en el vecino país ha conllevado a que centenares de miles de venezolanos
marcharan el pasado 23 de enero exigiendo la renuncia o deposición del régimen
de Maduro, a quien consideran un presidente ilegítimo. Este acto fue
aprovechado por Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, para
autoproclamarse presidente interino del país.
Paradójicamente este suceso ha dividido
el mundo: los que apoyan a Guaidó como presidente (capitaneados por Estados
Unidos, Canadá y el Grupo de Lima) y los que respaldan el gobierno Maduro
(comandados por Rusia, China e Irán). Esto plantea una compleja situación que
puede generar enfriamiento de relaciones diplomáticas, lucha de poderes y un
conflicto que ponga en peligro la paz, tranquilidad y estabilidad en la región.
Esto puede ocurrir ya que está en juego
la más grande reserva de crudo del planeta, que se encuentra en Venezuela,
estimada en 290.000 millones de barriles. El 20% de ese petróleo es vendido a
los Estados Unidos y el restante, a naciones como India y China. A lo anterior
se le suma que Rusia ha logrado negociar con Venezuela su participación en el
arco minero, una zona de 114.000 kilómetros cuadrados con grandes reservas de
oro, cobre, diamante, coltán, bauxita y otros minerales.
Desde este punto de vista podemos
deducir que las grandes potencias tienen magnánimos intereses en Venezuela, que
defenderán sobre cualquier amenaza, lo que podría generar un conflicto
internacional de grandes proporciones, que permitiría que la crisis que se vive
en el país se incremente y se expanda a naciones vecinas, sin salvaguardar con
ello los intereses, derechos y necesidades básicas de los venezolanos.
Por ello, más allá de la oportunidad
política de los detractores del régimen de Maduro o sus simpatizantes en el
país, debemos analizar el trasfondo y repercusiones que puede traer esta
disputa de poder en Venezuela. Hoy muchos ven con ojos de beneplácito la
reyerta de poder que se vive en esa nación para sacar provecho, sin medir el
riesgo y la difícil situación que se está generando, que podría traer
consecuencias lamentables tanto para el vecino país como para la región.
Soy partidario de que el nefasto régimen
de Maduro debe terminar y de que Venezuela debe iniciar un proceso democrático
que conlleve a la unión del país, a olvidar los odios. Han de realizarse unas
elecciones libres, justas y transparentes, donde los ciudadanos puedan elegir
de forma autónoma el gobernante que rija sus destinos, y así comience la
reconstrucción y recuperación del país.
No podemos invocar
una intervención militar con la excusa de derrocar al dictador, porque la cura
puede ser peor que la enfermedad. Ejemplos palpables y recientes existen, sino
analicemos a Irak y Siria.
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