Las santas escrituras revelan que Dios
creó al hombre a su imagen y semejanza, lo que nos enseña y recuerda el
carácter sagrado e inviolable de la vida humana, por ello la Instrucción Donum
vitae: “solo Dios es señor
de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia,
puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”.
La humanidad a través de los tiempos
ha olvidado el regalo más preciado entregado por Dios como es el don de la
vida. Nos hemos empecinado a destruirla, hemos oscurecido nuestro corazón,
erradicado la sensibilidad y nuestro amor por la existencia que ya no nos
sorprendemos por la muerte en manos de otro de los seres humanos.
En Colombia hemos vivido una guerra
por más de 50 años que nos ha causado gran dolor, desolación e infinidades de
muertes que enlutan y entristecen miles de hogares en nuestro país. Esta
situación ha generado que muchos perdamos la esperanza y justifiquemos las
acciones bélicas como único mecanismo para dar por terminado un conflicto sin
sentido; pero la inmensa mayoría, consciente del valor intangible y sagrado de
la vida, confiamos y apoyamos una salida negociada para silenciar los fusiles.
Por ello repudiamos cada acción
criminal y desalmada que atente contra la vida humana, entristece y enluta
nuestro corazón cada vez que miembros de la fuerza pública son vilmente
emboscados y asesinados, pero esto no puede convertirse en pretexto y caballo
de batalla para terminar un proceso que tiene como fin único, poner fin a la
crueldad y barbarie.
Asimismo nos consterna conocer que
hermanos colombianos que, por circunstancias diversas de la vida, traspasaron
los límites de la legalidad y mueren en manos de las fuerzas del orden, que
constitucionalmente tienen como misión defender la soberanía, la independencia
y proteger a la población civil. En ese contexto, reclamamos una salida
negociada a esta guerra que sólo garantiza pérdida de vida de miles y miles de
compatriotas.
Es necesario olvidarnos de nuestros
ideales, sean de derecha o de izquierda, y centrarnos en una única postura: la
de Colombia, para desarmar nuestros corazones y hacer que una reconciliación
permita perdonar y cimentar una nación en paz.
Es urgente analizar la posibilidad de
establecer un cese bilateral al fuego que garantice el fin de acciones
militares y poner fin a la pérdida de vidas y el dolor de familias enteras por
la muerte de sus seres queridos.
De lo contrario
estaremos contribuyendo a que los ángeles del apocalipsis desaten el
tormento y horror en nuestra nación, por no respetar el mandamiento de Dios,
quien nos brindó la vida como un don sagrado e inviolable.
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