En Colombia
por precepto constitucional y legal se establece el voto programático, que es
el mecanismo de participación mediante el cual los ciudadanos -quienes eligen
gobernadores y alcaldes- imponen como mandato el cumplimiento del programa de
gobierno presentado ante la Registraduría Nacional en el momento de inscribir
su candidatura.
Lo anterior
reviste de una importancia esencial al programa de gobierno de los diferentes
candidatos a las gobernaciones y alcaldías, pues este programa permite que se
formulen los compromisos, propuestas y soluciones a las necesidades de su
comunidad para el periodo de gobierno de los aspirantes y se convierte en la
hoja de ruta para la formulación del Plan de Desarrollo y en el instrumento
fundamental para el mejoramiento de la gestión pública.
El voto
programático permite solicitar ante la Registraduría la revocatoria del
mandato a los alcaldes o gobernadores cuando haya insatisfacción general de la
ciudadanía o incumplimiento de su programa de gobierno; gracias a esto la
ciudadanía puede ejercer un control y garantizar la eficiencia en los actos de
nuestros gobernantes, de lo contrario cabe la posibilidad de dar por terminado
el mandado conferido al gobernador o alcalde.
Desafortunadamente,
la realidad política y electoral en nuestros queridos pueblos es otra, más en
los municipios del sur del Cesar, donde encontramos que la inmensa mayoría de
candidatos hace caso omiso o cumplen a medias este precepto constitucional y
legal, ya que encontramos que muchos candidatos inscriben su programa para
cumplir con un requisito, pero este no está formulado bajo un diagnostico
profundo, real y detallado del municipio. Este diagnóstico debe identificar y
establecer los recursos con que se cuenta y sus fuentes de financiación que
permitan cumplir a cabalidad lo establecido en el programa, para de esta manera
concluir que este es la concesión de desarrollo que tienen los candidatos de su
municipio a corto, mediano y largo plazo.
Además de
esto, encontramos con preocupación que la inmensa mayoría de candidatos no
plantean sus propuestas, ideas o proyectos a los electores para que estos de
acuerdo a ellas puedan elegir la mejor opción y programa de gobierno, el cual debe
constituirse en el eje fundamental del progreso, desarrollo y satisfacción de
las necesidades básicas que aquejan a los municipios. Por el contrario, los
aspirantes se dedican a la demagogia, politiquería y al aprovechamiento de la
necesidad del pueblo para comprar conciencia y la consecución de su elección
por intermedio del poder del dinero, y no de las ideas y propuestas.
Esto ha sumido
a la mayoría de municipios del sur en un letargo donde impera la pobreza,
olvido y las necesidades básicas insatisfechas. Por eso es hora de proyectar y
asumir un compromiso con nuestro futuro y las nuevas generaciones, donde
derrotemos las maquinarias del dinero, la politiquería y ejerzamos nuestro
derecho y mecanismo al voto programático.
Votemos a
conciencia por las propuestas y programas de gobierno viables y acorde a la
realidad del municipio. Solo así, y nada más que así, podremos liberarnos de
las malas administraciones, las imposiciones de los grandes caciques e
implementemos gobiernos con compromiso y deber de cumplir su mandato, para que
el progreso, desarrollo y bienestar de nuestros pueblos pueda recorrer y llegar
a cada rincón de nuestras poblaciones.
De lo
contrario estaremos condenado a la pobreza, falta de oportunidad, inversión
social y que nuestras necesidades cada vez se hagan más crecientes, ya que
vendimos nuestra conciencia al mejor postor, el cual durante su periodo de
gobierno solo tiene el compromiso de recuperar el dinero invertido, olvidándose
de la solución a la problemática que nos aqueja y el mejoramiento de nuestras
condiciones de vida.
Votemos a conciencia por las propuestas, donde nos permitan solucionar
la problemática que nos aqueja y exigir el cumplimiento a nuestros gobernantes
de su programa de gobierno, sino iniciaremos la revocatoria de su mandato, ésta
es la única forma de soñar con un mejor futuro y permitir que la figura del
voto programático no sea letra muerta o un sofisma.
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