miércoles, 24 de febrero de 2016

¿A QUIÉN QUEREMOS MÁS?

Los seres humanos cuando manifestamos querer a alguien, estamos reconociendo el sentimiento de afecto, cariño o amor hacia esa persona, un sentimiento inexplicable, cristalino y sincero, que demuestra que dicha persona  representa lo primordial y más relevante para nuestra vida.


Por eso es muy común que nos indaguen o sorprendan con la pregunta: ¿Cuál es la persona que más quieres en tu vida?, en muchas ocasiones no analizamos la pregunta o contestamos para salir del paso o para demostrar una imagen de humildad con las siguientes respuestas:

“Para mí la persona que más quiero en el mundo es Dios, es nuestro padre, quien nos brindó todo lo que somos, nos protege y nos ama infinitamente, por eso antes que nada y primero que todo yo quiero a Dios”.

Otros más terrenales sin dudarlo expresamos que nuestro querer va dirigidos a nuestros hijos, esos seres maravillosos y encantadores que tuvo Dios ha bien mandarnos para alegrar nuestras vidas, esos ángeles que con sus travesuras y ternura han logrado llenar nuestras vidas de amor y cariño y se han convertido en el alargue de nuestra existencia.

Algunos con mucho convencimiento manifiestan que la persona que más quieren en el mundo es su madre, ese ser desbordado de amor incondicional, que fue capaz de olvidarse de su propio ser para procrearnos, ese ser que nos brinda atención, cuidado e infinita comprensión durante toda su vida.

Los más sentimentales no dudan en decir que a la persona que más quieren es su compañera o esposa, ese ser abnegado que decide compartir a nuestro lado su vida, brindándonos amor, atención y respeto, unos pocos dicen querer a la familia en su conjunto como unidad, toda vez que cada uno de sus miembros logran brindarnos las condiciones para construir una vida en paz, tranquila y feliz.

Pero son pocos o casi nadie las personas quienes ante este cuestionamiento aseguran ser ellos mismos la persona que más se quiere, muchos seres no emiten esta respuesta por miedo a ser tildados de egocentristas, egoístas o en muchos casos porque no lo sienten.

Ante esta situación me asalta una inquietud, como un ser humano puede ser feliz, puede construir un futuro, cumplir unas metas o brindar amor al prójimo si no es capaz de amarse a sí mismo, no podemos pretender que las demás personas nos quieran si nosotros mismo no lo hacemos, por eso en continuas ocasiones nos vemos abocados a sacrificar nuestra felicidad, bienestar o tranquilidad por la de los demás.

Queremos vender la idea que brindamos lo mejor de nosotros por esa persona que decimos querer, pero como podemos querer a Dios, a nuestros hijos, madre, esposa, compañera o familiares si no somos capaces de querernos a nosotros mismos.

Por eso es necesario aprender a quererse uno mismo, valorarnos, para sentirnos bien, actuar mejor, conforme a sus circunstancias y posibilidades, para así de esta manera poder brindar cariño, afecto y amor a los demás.

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