Los seres humanos cuando manifestamos
querer a alguien, estamos reconociendo el sentimiento de afecto, cariño o amor
hacia esa persona, un sentimiento inexplicable, cristalino y sincero, que
demuestra que dicha persona representa lo primordial y más relevante para
nuestra vida.
Por eso es muy común que nos indaguen
o sorprendan con la pregunta: ¿Cuál es la persona que más quieres en tu vida?,
en muchas ocasiones no analizamos la pregunta o contestamos para salir del paso
o para demostrar una imagen de humildad con las siguientes respuestas:
“Para mí la persona que más quiero en
el mundo es Dios, es nuestro padre, quien nos brindó todo lo que somos, nos
protege y nos ama infinitamente, por eso antes que nada y primero que todo yo
quiero a Dios”.
Otros más terrenales sin dudarlo
expresamos que nuestro querer va dirigidos a nuestros hijos, esos seres
maravillosos y encantadores que tuvo Dios ha bien mandarnos para alegrar
nuestras vidas, esos ángeles que con sus travesuras y ternura han logrado
llenar nuestras vidas de amor y cariño y se han convertido en el alargue de
nuestra existencia.
Algunos con mucho convencimiento
manifiestan que la persona que más quieren en el mundo es su madre, ese ser
desbordado de amor incondicional, que fue capaz de olvidarse de su propio ser
para procrearnos, ese ser que nos brinda atención, cuidado e infinita
comprensión durante toda su vida.
Los más sentimentales no dudan en
decir que a la persona que más quieren es su compañera o esposa, ese ser
abnegado que decide compartir a nuestro lado su vida, brindándonos amor,
atención y respeto, unos pocos dicen querer a la familia en su conjunto como
unidad, toda vez que cada uno de sus miembros logran brindarnos las condiciones
para construir una vida en paz, tranquila y feliz.
Pero son pocos o casi nadie las
personas quienes ante este cuestionamiento aseguran ser ellos mismos la persona
que más se quiere, muchos seres no emiten esta respuesta por miedo a ser
tildados de egocentristas, egoístas o en muchos casos porque no lo sienten.
Ante esta situación me asalta una
inquietud, como un ser humano puede ser feliz, puede construir un futuro,
cumplir unas metas o brindar amor al prójimo si no es capaz de amarse a sí
mismo, no podemos pretender que las demás personas nos quieran si nosotros mismo
no lo hacemos, por eso en continuas ocasiones nos vemos abocados a sacrificar
nuestra felicidad, bienestar o tranquilidad por la de los demás.
Queremos vender la idea que brindamos
lo mejor de nosotros por esa persona que decimos querer, pero como podemos
querer a Dios, a nuestros hijos, madre, esposa, compañera o familiares si no
somos capaces de querernos a nosotros mismos.
Por eso es necesario
aprender a quererse uno mismo, valorarnos, para sentirnos bien, actuar mejor,
conforme a sus circunstancias y posibilidades, para así de esta manera poder
brindar cariño, afecto y amor a los demás.
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