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Macondo universo mágico, tierra de
gente alegre, dicharachera, donde la realidad supera la ficción, lo inverosímil
se convierte en cotidiano y los mandatarios se creen seres superiores, a los
cuales debemos rendirle pleitesías y convertirnos en sus sumisos sin derecho a
controvertir sus acciones y actuaciones.
Por eso es normal que en pueblos como
San Miguel encontremos que alrededor de su gobernante exista una corte de
adulones, encargada de endiosar al dignatario, aplaudir su labor administrativa
y contrarrestar a la oposición que se atreva a pensar diferente y pretenda
pronunciarse en contra de su mesías.
En estos pueblos la oposición no tiene
derecho a recriminar actuación alguna, a reclamar la intervención de la
administración y mucho menos de realizar control político o veedurías
ciudadanas sin recibir los agravios, improperios y malos tratos de los amigos
del gobernante.
En nuestros pueblos las necesidades
insatisfechas abundan, la inseguridad cada día gana más terreno, la brecha
social se incrementa, la crisis financiera agobia al ente territorial, pero la
salida más reiterativa es mirar el espejo retrovisor, la solución a la
problemática es culpar las administraciones anteriores y tratar de convencer al
colectivo que la inversión y obras necesarias y requeridas no son fácil de
ejecutar por falta de dinero, pero mientras tantos existe una feria en la
contratación directa y mínima cuantía, las cuales no generan impacto social y
mucho menos reflejan la tan recalcada crisis.
Los concejos cumplen un papel
secundario, son ignorados por el burgomaestre, los mira con desdén, solo
recobran importancia al momento de aprobarle acuerdos que permitan de forma
ilimitada ejercer su poder y disponer de los recursos del erario, de lo
contrario se convierten en unos convidados de piedra en la coadministración
municipal.
En algunas ocasiones los honorables
ediles se revelan, para llamar la atención del mandatario, despotrican en voz
baja de las actuaciones del mismo, revelan confidencias de su actuar, que van
en contravía de la buena administración, invitan a elevar solicitudes y
presentar denuncias, para que según ellos se pongan fin a las irregularidades
que se vienen presentando en el municipio.
Con este actuar demuestran su falta de
carácter, cumplimiento de sus funciones constituciones y legales y sobre todo
su deber ciudadano y sentido de pertenencia por su tierra, pero por arte de
magia el enfado termina, la gestión política y administrativa es la mejor y
debemos resaltarla en el pedestal más alto de la historia política del
municipio.
Se reúnen con el gobernante, muchos celebramos
esta decisión, porque anhelamos que se dialogue sobre la problemática de
nuestro municipio, se conviertan en el binomio que apartará sus conveniencias
personales y trabajará por las necesidades generales, unidos emprenderán la
valiente tarea de devolver la confianza, sembrar la inversión y obras que
permitan que el progreso y desarrollo llegue a su gente.
Pero vaya sorpresa, terminada la
reunión es de público conocimiento que los ediles solo reclamaron al alcalde el
abandono, olvido y mal trato que les viene dando, lo que les ha perjudicado sus
finanzas, la necesidad de darle participación y poder, para ello utilizan el
cinismo, la adulación, acusación y despotrican de la oposición, sí, de esa
misma a la que incitaban para que denunciara y confiaban todas las malas
actuaciones de su mesías.
Todo pueblo merece los gobernantes que
eligen, por ello no podemos soñar con el cambio de las costumbres políticas,
porque es un juego de conveniencia donde reina la hipocresía.
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