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Los colombianos más que sorprendernos,
nos indignamos de los altos niveles de corrupción que carcomen las finanzas
públicas de nuestra patria. Repudiamos como día a día desangran las arcas del
país y para cumplir con los fines del Estado nos cargan con altísimos impuestos
y tributos.
Es tal el grado de corrupción que
padecemos, que se estipula que la apropiación es de unos 50 billones de pesos
anuales. Todo esto mientras nuestro sistema de salud se encuentra en cuidados
intensivos, la educación es de mala calidad, nuestros servicios públicos son
pésimos y el bienestar social de nuestra gente es cada vez más paupérrimo.
Debido a ello, el pueblo cansado,
sumido en la desesperanza y sed de justicia, busca a los responsables de estos
actos abominables que nos condenan a la pobreza y subdesarrollo, puesto que
nuestras necesidades siguen insatisfechas dada la desviación equivoca de los
recursos que podrían ser invertidos para suplirlas.
Culpamos a nuestros gobernantes y
políticos que de manera descarada y reprochable se apropian de los recursos de
la nación, cohibiendo a sus comunidades de que la inversión y obras lleguen a
dar solución a la problemática que los azotan, sentenciándolos a la desigualdad
y la pobreza.
Endilgamos a la justicia y órganos de
control conductas inapropiadas y alejadas al derecho para cubrir los actos de
corrupción impetrados por políticos para garantizar su estancia en el poder y
seguir el círculo vicioso que va en contravía de los intereses de la
colectividad.
Imputamos a grupos al margen de la ley
acciones y presiones extorsivas para que servidores públicos y contratistas se
apropien de recursos destinados a ser invertidos en obras que conlleven a la
satisfacción de las necesidades de nuestra gente, permitiendo que el olvido y
la ignominia reinen en nuestro territorio.
Aseguramos que servidores públicos
para ejercer su función exigen dádivas y se aprovechan de sus cargos para
satisfacer sus propias necesidades, olvidándose de brindar un óptimo y
eficiente servicio a la comunidad, contribuyendo con el desprestigio y desconfianza
que tiene la comunidad frente a sus instituciones.
En muchos casos estas aseveraciones
son valederas, tienen asidero y se convierten en el pilar fundamental de este
flagelo, pero creo que en esta cadena existe un eslabón perdido, una piedra
angular que ha permitido con cada actuación y proceder, que la corrupción haya
permeado todas las esferas de la estructura política y administrativa del país.
El ciudadano común, si esos que al
momento de elegir, no lo hacen a conciencia, sino que requieren del incentivo
que el político le brinde para lograr su apoyo, los mismos que somos cómplices
omitiendo denunciar hechos y actos que van en contravía de las normas legales,
los que muchas veces para lograr nuestros propósitos apoyamos y convalidamos
las acciones de grupos al margen de la ley o tratamos de sobornar o pervertir
al servidor público para que haga u omita cumplir las funciones para que fue
nombrado.
La corrupción es una
consecuencia de la acción humana, que con su actuar ha construido una
conciencia moral deformada que ha perdido los principios y valores,
consintiendo comportamientos indebidos que nos han sucumbido como sociedad, por
eso para erradicarla debemos apostarle a la educación, y que desde el seno
familiar se genere conciencia, partiendo de principios sólidos donde impere la
ética y la moral que en un futuro nos permita construir un mejor país.
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