Durante tres
días, en el marco del XXVI Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna, el
cadencioso baile, la música, alegría de sus ritmos, en asocio con la
amabilidad, alegría y cariño del tamalamequero me llenaron de éxtasis,
transportándome al edén, desconectándome de la realidad cotidiana.
Hoy despierto
de ese sueño mágico, afrontando la cruda y dura realidad que padecen la mayoría
municipios del Cesar, donde sus habitantes viven atemorizados, angustiados y
bajo la zozobra por la inseguridad que reina y azota sus poblaciones, alterando
su paz y tranquilidad.
Las
principales ciudades del departamento han visto como los casos de fleteo,
atraco, hurtos, raponazos y abigeato se han incrementado visiblemente,
acrecentando la desconfianza y la sensación de temor de los ciudadanos, quienes
perciben como exponen su integridad física y hasta la vida toda vez que los
delincuentes usan la fuerza y violencia para perpetrar sus fechorías.
Es imaginable
transitar las calles de Valledupar o Aguachica sin que el pánico y el miedo se
apoderen del transeúnte, quienes se sienten vulnerables e indefensos por el
entorno de inseguridad y delincuencia que lo circunda, cohibiendo a los
ciudadanos de disfrutar de la belleza de su tierra, constriñéndolo de adelantar
actividades al aire libre, en espacios públicos y condicionándolo al encierro,
contribuyendo con ello que el bienestar, desarrollo y progreso de su territorio
se vea mermado.
No es posible
que este flagelo reine en nuestro departamento, condicione nuestras vidas, cercene
nuestra tranquilidad y libre locomoción, sin que las autoridades tomen las
medidas necesarias para combatirlo, a sabiendas de que es una obligación
insoslayable del Estado y una demanda social que se debe atender, garantizando
a sus conciudadanos las condiciones necesarias para adelantar sus actividades
diarias sin exponer su integridad, bienes y vida.
Por eso se
hace imperioso que las primeras autoridades de estos municipios asuman un
liderazgo y compromiso en la implementación de políticas de seguridad que
contribuyan en la búsqueda de alternativas, mecanismos y solución al clamor de
sus ciudadanos.
Los organismos
de seguridad deben fortalecer la inteligencia e investigación criminal,
convirtiéndose en la primera línea para prevenir, controlar y neutralizar la
delincuencia, reducir los índices de criminalidad y disminuir el temor
ciudadano frente al delito, para ello se requiere adelantar operativos,
acciones y desplegar su capacidad operativa que conlleven a golpear y
contrarrestar las estructuras criminales que azotan las ciudades.
Desde los
gobiernos nacional y territoriales se viene incentivando la implementación de
la economía naranja, como alternativa de desarrollo local, donde ciudades como
Valledupar que mediante el folclor pretenden jalonar el turismo, fortalecer
empresas y negocios que le permitan dinamizar su economía, forjando en sus
habitantes mejorar su calidad de vida.
De la misma
forma Aguachica quiere aprovechar su posición geográfica estratégica y su
condición de epicentro cultural, comercial y económico entre el sur del Cesar,
Bolívar y los Santanderes, para convertirse en modelo de progreso y desarrollo
que les sirva a sus habitantes como plataforma de bienestar.
Infortunadamente
todas estas virtudes y bondades con las que cuentan nuestros pueblos se ven
truncadas por la inseguridad que reina en sus calles, lo que no permite
convertirse en territorios más competitivos, atractivos y modernos que permitan
la inversión que se requiere para satisfacer sus necesidades básicas y
convertirnos en polo de desarrollo.
O nos proponemos erradicar la delincuencia de
nuestros pueblos, como logramos superar la violencia de los grupos al margen de
la ley, o condenamos a nuestro territorio y su gente al olvido, involución y
atraso.
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