Terminado el proceso electoral de
octubre pasado donde los colombianos eligieron sus autoridades locales y en
gran avance los procesos de empalme entre los gobiernos entrantes y salientes, los
ungidos por el pueblo no disfrutan del triunfo cuando desde ya comienza otra
lucha titánica, la escogencia del gabinete que lo acompañará en su mandato.
Aunque parezca una tarea fácil, esto es
de vital importancia debido a que el talento humano es el activo más valioso
con que cuenta el gobernante, ya que con su trabajo, dedicación y esfuerzo
contribuyen para que la administración cumpla con la misión del estado y
responda a las demandas de los ciudadanos, garantizando la integridad y calidad
en el servicio.
La selección del gabinete se convierte
en muchos casos en la piedra en el zapato para muchos gobernantes, quienes no
cuentan con la suficiente capacidad en su planta de personal para brindar oportunidad
laboral a sus electores, quienes debido a la crisis laboral, económica y falta
de empleo fijan las esperanzas en las administraciones (alcaldías y
gobernaciones) como la tabla de salvación para ganarse el sustento que permita
mejorar las condiciones de vida de su familia y generarle bienestar.
Por ello, muchos gobernantes olvidan las
prioridades estratégicas de su entidad, saciando el apetito burocrático de sus
aliados políticos y la necesidad laboral de sus electorales, sin un
direccionamiento estratégico y de una planeación institucional, llevando al traste
la generación de resultado de la entidad pública e incumplimiento de las metas
propuestas, lo que se traduce en una mala gestión y administración.
Los próximos gobernantes deben pensar en
sus comunidades, en el éxito de su gestión, por eso para la escogencia de su
gabinete es necesario realizar una política de gestión estratégica del talento
humano, que le permita escoger el mejor recurso humano posible, para que bajo
su liderazgo cumplan con una buena gestión y reflejen excelentes resultados.
Por consiguiente, los gobernantes al
momento de escoger su gabinete deben tener en cuenta en su capital humano su
conocimiento, capacidad, habilidades, actitudes, idoneidad y los valores de
honestidad, respeto, compromiso, diligencia y justicia que propendan por
garantizar los derechos, satisfacer las necesidades y expectativas de la
ciudadanía, permitiéndoles con ello, una buena administración y el incremento
de la confianza en las entidades públicas y sus servidores.
Así mismo, se debe tener en cuenta la
calidad humana de las personas, puesto que va desempeñar funciones públicas, lo
que indica que el individuo va brindar un servicio de utilidad social, que
requiere de personas que perciban su trabajo como el cumplimiento de su labor y
no como una obligación, quienes tengan como misión primordial servir a su
comunidad, no servirse de la misma y de su posición.
Solo así los gobernantes garantizaran
una interrelación armoniosa y respetuosa entre su administración y la
comunidad, logrando con ello la confianza que haga posible el trabajo en
equipo, permitiendo de esta manera que las comunidades y gobierno interactúen y
logren acuerdos que conlleven a la satisfacción de las necesidades y el
bienestar de su gente.
De lo contrario estaría condenando su gobierno al aislamiento y desconfianza
con las comunidades, obligándolos adelantar su gestión de espalda a la gente,
en vez de adelantar una política pública estaría supeditado a construir una
política dictatorial toda vez que las decisiones deberán ser tomadas sin contar
con el beneplácito de su comunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario